El saber discernir entre lo que realmente está a nuestro alcance poder hacer y lo que es imposible, puede evitarnos mucho estrés. La conocida oración de la serenidad del teólogo norteamericano Karl Paul Reinhold Niebuhr (1892-1971) reza: “Señor, concédemela serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para reconocer la diferencia”.
Haga bien y pronto lo que pueda hacer y olvídese por completo de lo que no pueda hacer. El filósofo griego Epicteto (55-135 n.e.) dijo: “Algunas cosas están bajo nuestro control y otras no. Sólo tras haber hecho frente a esta regla fundamental y habrá aprendido a distinguir entre lo que podemos controlar y lo que no, serán posibles la tranquilidad interior y la eficacia exterior”. Opte sólo por las batallas que pueda ganar. Acepte con modestia y sabiduría lo que realmente no puede modificar.
Separe los problemas reales de los imaginarios y elimine estos últimos porque no sólo nos hacen perder tiempo sino que ocupan un espacio mental que debería estar destinado a cosas más importantes. Nadie puede controlarlo todo y mucho menos a todo el mundo. Es realmente muy difícil persuadir a alguien de que está equivocado. Por ello la regla de oro es: “no discutir nunca”, porque nunca nadie ganó una discusión. Nuestra esfera de influencias es por lo general muy limitada; en cuanto podamos asimilarlo, comenzaremos a sufrir de menos estrés.