La gran mayoría de nosotros, sin importar sexo ni edad, tenemos una idea equivocada de lo que es el amor. Asociamos el amor a algo puro, incondicional y duradero en el tiempo. En esta idea acerca de la emoción y el sentimiento que se deben sentir no hay lugar para un componente fundamental, que es la razón.
Pero amar es algo más que sentir. Eso, muchas veces, no es suficiente. Es necesario pensar en el amor, racionalizarlo, sin perder la pasión inicial, sino ir transformándola en algo profundamente íntimo….
Sabemos que es imposible minimizar el impacto del enamoramiento. Todo aquel que haya pasado por la experiencia de estar locamente enamorado, con sexo apasionado, cenas a la luz de las velas, noches enteras pensando en el ser amado, no pudo sustraerse a ese éxtasis. Pero debemos saber que muchos matrimonios que fracasaron, tuvieron ese sustento.
Y es que el amor dista mucho de ser esa especie de locura, que paraliza e imposibilita muchas veces para actuar en el mundo exterior. Está claro que si uno se siente enamorado, ciertamente lo está. Pero aunque uno esté enamorado debería preguntarse qué clase de amor es.
Existen dos clases de relaciones amorosas; inmaduras y maduras. La madurez en este caso, nada tiene que ver con la edad, ya que una edad avanzada no es garantía de madurez. Prueba de esto es la enorme cantidad de matrimonios fracasados, que parece ser un mal endémico de la sociedad actual.
El amor maduro es energizante; el inmaduro es agotador. Cuando uno está involucrado en una relación madura suceden cosas maravillosas. Uno realmente disfruta de la compañía de su pareja; tiene tiempo de hacer todo lo que desea; cumple con sus responsabilidades; tiende a llevarse bien con la familia y los amigos.
En una relación de amor inmaduro, por el contrario, uno no puede estar sin la persona que se supone que ama, aún por cortos períodos, sin embargo pelea y discute con la pareja la mayor parte del tiempo en que están juntos.
El entendimiento mutuo, el compromiso, la confianza y el sentido del humor, son factores más significativos en la supervivencia y éxito de una relación real de pareja. La atracción sexual no dura mucho.
Sin duda algunas personas se enamoran locamente y continúan así. Pero las mejores uniones están formados por parejas que nunca estuvieron” locamente enamorados”, ni locos el uno por el otro, ni tenían una química sobresaliente, ni eran uno el espejo de las fantasías del otro.
La verdadera esencia de una relación a largo plazo es la intimidad; ésta no es sinónimo de sexo, sino que implica una relación de confianza, cuidados, participación, sensibilidad y cariño; y también un compromiso en una sociedad que permita las imperfecciones.