Para disfrutar de una buena calidad de vida es necesario disminuir el ritmo que muchas veces nos imponemos a tenor de lo agitado que el mundo contemporáneo es. De tal suerte, oblíguese a disminuir su prisa, sobre todo cuando esté conduciendo su automóvil u otro vehículo. Tenga en cuenta que su atropellado estilo de vida le envía a su cuerpo una constante señal de emergencia y que éste responde generando las hormonas del estrés. Este comportamiento suyo puede que llegue a estresar a otras personas y en particular a su familia. Vivir permanentemente apurado equivale a estar todo el tiempo librando una batalla contra molinos de viento. Cuando se percate de que va “a mil por hora” debe hacer un alto en el camino y traer mentalmente a colación la portada de este libro. Sencillamente no puede andar todo el tiempo sin frenos por la vida porque puede perderla. Según uno de los cuatro padres de la iglesia latina, Gregorio Magno (540-604): “No es corriendo como se escala una montaña, sino a pasos lentos”. Perdemos el tiempo cuando hacemos las cosas apurados. Como plantea el refrán: “Vísteme despacio que tengo prisa”. Y los japoneses dicen: “Llegarás, el día que pares de correr”.