Está científicamente demostrado que las personas que rezan de modo sistemático gozan de una mejor y más prolongada existencia que quienes no lo hacen. Orar es una de las formas más tradicionales y expeditas de contrarrestar el estrés porque nos permite compartir nuestras preocupaciones con el poder divino, lo que equivale a conversar con el mejor de los amigos. Logre una verdadera y estrecha comunicación con Dios mediante la oración. Lo importante es la concentración que usted alcance cada día en su interacción con lo trascendental y la fe que ponga en ello. Orar es una manera de desahogar nuestras penas, nuestros dolores (de todo tipo), nuestros miedos, de encontrar consuelo, de conseguir orientación, de ganar paz, de adquirir salud y aliviar las tensiones. Si usted no es creyente, lo exhorto a que intente al menos probar este infalible método; tal vez se sorprenda satisfactoriamente al comprobar que en efecto: la fe mueve montañas. Dedíquele tiempo a esta actividad, no pierde nada con intentarlo, no pierde nada con abrir su corazón sinceramente y quizás pueda obtener mucho más de lo que se imagina. Se recomienda estar relajado y rodeado de silencio para comenzar a orar. Establezca un lugar fijo y un horario fijo para hacer esta actividad. Puede visitar un templo o hacerlo en su hogar, preferiblemente cuando no exista riesgo de ser interrumpido y en horas tempranas de la mañana. Opcionalmente puede escuchar algún tipo de música apacible mientras reza. En San Mateo 7:7 dice la Biblia: “Pedid, y se os dará, buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”. Entonces, deje ya de conversar tanto con los demás y con usted mismo y comience a conversar con Dios. Admita ante él sus faltas y pídale que lo ayude con el peso de la cruz que hasta hoy usted cargaba solo. A propósito de rezar, una curiosa oración fue la que pronunció Gandhi cuando dijo: “Señor… si yo me olvido de ti, nunca te olvides de mí”.
El Dr. Alexis Carrel (1873-1944), premio Nobel de Medicina en 1912 escribió: “La oración es la más poderosa forma de energía que cabe generar. Es una fuerza tan real como la gravedad terrestre. Como médico, he visto a hombres que, después del fracaso de todos los procedimientos curativos, han vencido la enfermedad y la melancolía por el sereno esfuerzo de la oración… La oración, como una iluminación, es una fuente de energía auto-generadora y luminosa… En la oración, los seres humanos tratan de aumentar su energía finita dirigiéndose a la fuente Infinita de toda energía. Cuando rezamos, nos ligamos con el inagotable poder motivador que hace girar el universo. Pedimos que una parte de ese poder quede adscrito a nuestras necesidades. Incluso al pedir, nuestras deficiencias humanas quedan suplidas y nos levantamos con nuevas fuerzas y recompuestos… Siempre que nos dirigimos a Dios con una oración fervorosa, mejoramos de cuerpo y alma. Es imposible que un hombre o una mujer recen un instante sin que haya algún buen resultado“.